Me encontraba descansando la cabeza sobre mi brazo al borde del escritorio. Había sido un día pesado, lleno de la agobiante incertidumbre que hizo nido en mis encías y me obligaba a apretujar los dientes con la intención de que mostrara aquel fementido número once que adornaba mi mascullada risa.
Entreabrí los ojos y me di cuenta que ese estado corrompido y beodo era resultado de esa voz que en mi cabeza sonaba como un eco distante y melancólico, constante e innecesario. Creada por la dependencia y la falta de sosiego, que mi condición me obligó a considerarla como algo fundamental.
— Me encanta todo lo que dices, me hace sentir de verdad. Dejo de ser un muñeco de trapo y me convierto en ti por instantes, siento que el mundo se hace chiquito y me cabe en la palma de la mano — Recuerdo haberle dicho casi con lágrimas en los ojos, al borde de la avenida un segundo antes de cruzar.
— Me duele nunca poderte decir de verdad cómo percibo la vida a tu lado, me quedo mudo y, lo único que tengo es el consuelo de tratar de imitar con mi silencio un poco de eso que me das. Es una catarsis, una debilidad, una impotencia irrevocable. Y, mis ojos no son lo que deberían, pues, te miro mucho pero no te comprendo y al cerrarlos, me empiezo a sentir solo, ya que tu silueta marcada sobre ellos me hace sentir que el universo está dentro de ti. Quiero que te sientas bien, que descanses, que te sientas querida, esperada, añorada, nunca perdida ni fatal.
Tu ausencia pesa en los párpados que al chocar entre sí, me recuerdan que no eres pasado, presente ni futuro, eres un instante y me estoy perdiendo todo de ti.
Quisiera poder cerrar los ojos y aparecerte entre mis brazos que te buscan al sentir que te han perdido, que duelen y queman con desesperanza. Me pone melancólico no estar contigo.
— Somos instantes, donde solo existe el ahora y el aquí -- Me respondió con su voz en mi voz dentro de mi cabeza.
— Quisiera estar entre ellos, que no te duelan ni quemen. Abrázate a ti mismo que estoy en ti. Debo de admitir que aunque no quisiera fuese así , a mí también me invade la melancolía al no estar contigo. Quiero perderme en tus ojos. Quiero aprender a quererte como si fuera yo sorda, ya que no es lo que dices, no es tu voz, es solo el sonido que emites, ese que tú tienes. Por eso hay veces en las cuales hago caso omiso y te me quedo viendo pues solo escucho tu sonido; como si fuera ciega. Es por eso que me entrego tanto al sentirte, como si fuera muda. Es por eso que no siempre digo las cosas, ya que no quiero hacer de lo que siento una sola costumbre hablada.
Me agrada que te encante lo que soy, como ya te lo he dicho, estas palabras más que mías son tuyas. Tú las haces sentir, tú las creas en mí.
Tan patéticos y tan románticos, ¿qué será de aquellos que nunca han experimentado un sentimiento tal cuál? Alguna vez leí que el amor es como un reloj de arena pues, se te va vaciando la cabeza y se te llena el corazón. La verdad, nunca lo había entendido y al escucharlo, no pude sino reír. Qué tonto fui al comerme mis carcajadas.
— Me haces tanta falta, siento como poco a poco la vida se me escapa, el tiempo se pierde, la sangre me fluye sin sentido. Probablemente exagero pero, si yo no sé, ¿tú como sabes? Por favor, ven pronto, los insectos se están adueñando de mi interior.
— Si alguna vez me haz de matar, por favor, hazlo rápido y sin piedad.
— No, no te quiero llorar pero tampoco seguir sintiéndome así tan lejos de ti. Habrá que vernos más, hacer más cosas, conocernos, conocer el mundo juntos.
-- Hacer un mundo juntos,quizá. Vivir la libertad de uno, mostrársela al otro y que ambos disfruten de la del otro y crear una en común.
Esas últimas palabras son las que enajenan un poco todo esto que de momento me puse a recordar. Sonaron tan bonitas, tan originales y se siguen sintiendo como tal. Recuerdo que sentados en una banca mientras veía el ocaso las pronunció. Mas tarde, me las fui a encontrar en Pinterest. No sé si fue gracias a ella o simplemente las fue a sacar de allí.
— Te encontré como agua en un desierto. En mi lecho de dicha y de bondad, siguiendo tus pisadas en mi memoria fue como encendí la luz para admirar el jardín que por años te estuvo esperando. Tu voz me atormenta, su distancia se siente como un golpe bajo la lluvia ardiente en que la muerte exaspera mi rostro.
— Recuerda que yo estoy tomando el riesgo. Yo sigo aquí y aquí seguiré a pesar de saberte como tal. A pesar de que te he visto caminar por el filo de la navaja y derramar sueños, perder trayectos y virtudes. Si te gusta afirmar que estás solo hazlo, la verdad ya no me molesta ser nadie, aunque me gustaría ser alguien. Recuerda que eres tan fuerte como quieres, eso depende de ti. Si algo he aprendido de mi lamentable vida en el hospital... mi enferma vida, ha sido eso, de otra forma ya estaría muerta. Es por eso que quiero que tú me mates si es que te parece, pues así debe de ser. Solo haz lo que quieras, lo demás ¿para que? Solo lo que quieras si está bien o mal para ti, si está bien o mal para otros.
Ricardo, no conozco tu vida ni tus ayeres, no sé por qué ahora eres lo que eres y no me importa si nunca lo sabré... no sé qué tanto menoscabo te ha dado tu existencia, pero sé que existes. No huyas de la soledad, si anda tras de ti, deja que llegue. Es mejor eso a vivir toda la vida huyendo y corriendo y alterar todos tus demás sentires. Quizá te enamores de ella o ella se aburra de ti.
— Si no lo hiciera, no te diría te quiero. ¡Te quiero!
Justo allí fue cuando desperté, cuando abandoné al ser absorto que me estuvo arrinconando y me llevó a donde no quería estar. Allí me di cuenta que no tenía absolutamente nada por qué preocuparme, de que sería el fracaso del mundo. Que aún y cuando tengo mucha fe en el amor y la dicha, en esas cosas pintorescas y falto de ecuanimidad, sé que todo termina y por siempre se irá, sin importar cuánto duela.